
“Soy egoísta, nerviosa, desconsiderada, vulgar, complicada, testaruda, rebelde, inestable, desordenada, corrosiva, nómada, inútil, mal hablada, inconstante, vengativa, prepotente, mal humorada, cruel, maniática, retorcida, intransigente, extremista, radical y viciosa. Tengo malos hábitos, no descanso lo suficiente, no amo lo suficiente, discuto demasiado, no soporto que no hagan cosas que me incumben como yo las haría, no aguanto las críticas sobre mi persona, odio que hablen de mí cuando no estoy presente, reprocho demasiado a menudo, exprimo la energía a los que me rodean, le saco puntilla a todo, paso demasiado tiempo sola, estoy orgullosa de ser una auténtica zorra sin escrúpulos, me comporto como una jodida puta en la cama y me encanta, me fundo toda la pasta que llega a mis manos a pesar de tener responsabilidades económicas, tengo el culo gordo y no soy buen ejemplo para nada ni nadie. Y para colmo me gustaría poder ser infiel, estéril, millonaria, frívola y una imbécil rematada.”
Nada de lo que se había dicho Sam al espejo era mentira. El espejo tampoco le mentía: tenía el pelo desgarbado, legañas hasta el ombligo y el aliento le olía a vicio de la noche anterior. Acababa de romper con el mito que había construído sobre ella misma durante toda su vida, y era la primera vez que se sentía desnuda. Sólo había hecho falta un poco de semtex fonal para hacer explotar su tan amado alter-ego. No quedaba nada del ogro disfrazado de princesa, ya sólo era un OGRO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario