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Lágrima
Buenos Aires, Argentina
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Me dijeron...

Me dijeron...
Toma todas las lecciones que te da la vida, hazlas tuyas, aprende de ellas, agradecelas..........solo asi podrás crecer!!

violet

violet
Frissons dámour, Tu est bleu, Et moi je suis rouge. Nos levres sont, Des voyages violets.

Dicen que...

Dicen que...
Nada puede lastimarte a menos que le concedas el poder de hacerlo".

♥

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...

martes, 1 de enero de 2013

2013

Feliz año nuevo... aunque para mi no sea tan feliz....

jueves, 20 de diciembre de 2012

Como si lo único importante fuera eso y es algo que jamas voy a alcanzar...

miércoles, 19 de diciembre de 2012

odioo muchoo!! y no tiene sentido!!!

lunes, 17 de diciembre de 2012

......

Muy triste.... con ganas de que termine todo....


lunes, 10 de diciembre de 2012

Hasta donde me querés? .... Hasta el cielo y después....

Triste

Y después de años sin actualizar el blog, vuelvo a entrar y me encuentro con esta sorpresa... estoy triste y no puedo decir por que, eso es lo peor de todo :( :(

Resistiré

Si no te tuviera a vos 
como costaría sobrevivir 
Si no te tuviera a vos 
en un mundo sordo para sentir 
que estamos tan solos 
tan apasionados 
que es fácil herirnos 
por cualquier costado 
que sonar despiertos 
es un gran pecado 
Si no te tuviera a vos 
que estas caminando en busca del sol 
Si no te tuviera a vos 
que estas esperando un día mejor 
En un precipicio casi sin salida 
con toda la bronca 
y la rebeldía 
para resistir tanta pesadilla 

Pero aquí estas y a mi lado vas 
y gritamos juntos 
Resistiré 
bandera blanca al corazón 
Resistiré 
cualquier ataque a la emoción 
la hipocresía, la mentira,la idiotez, la sin razón 

Resistiré, resistiré 
Resistiré 
la cobardía el no se puede 
Resistiré 
las apariencias del que dirán 
todos los moldes, 
la prepotencia, 
la indiferencia, resistiré 
Resistiré, resistiré 

Si no te tuviera a vos 
que me pones alas para volar 
Si no te tuviera a vos 
que vives a pleno para sentir 
en este vació sin razón ni rumbo 
mortal sin sentido tímido profundo 
a ser uno mas sin poder soñar 
Si no te tuviera a vos 
que estas caminando en busca del sol 
Si no te tuviera a vos 
que estas esperando un día mejor 
En un precipicio casi sin salida 
con toda la bronca 
y la rebeldía 
para resistir tanta pesadilla 

Pero aquí estas y a mi lado vas 
y gritamos juntos 
Resistiré 
bandera blanca al corazón 
Resistiré 
cualquier ataque a la emoción 
la hipocresía, la mentira,la idiotez, la sin razón 

Resistiré, resistiré 
Resistiré 
porque la vida es un desafió 
Resistiré 
porque si siento es que estoy vivo 
Porque te tengo aquí conmigo 
y vale la pena amigo mio 
Resistiré, resistiré 
si no te tuviera a vos 
como costaría sobrevivir 
Resistiré


sábado, 4 de febrero de 2012

Indocumentado

La historia de Matias

Por Bianca Antonella Biagi




Me llamo Bianca y la historia que voy a contar, no es sobre mi, sino sobre Matías.

Nos pusimos de novios, el 2 de agosto del 2007, y si bien nos conocíamos de antes porque éramos amigos, a medida que pasaba el tiempo y disfrutabamos de el principio de nuestro noviazgo, empecé a conocer su historia, con detalles.

Cuando Matías nació, la madre y el padre, nunca le hicieron la partida de nacimiento, no lo anotaron, por ende no tenia documento, me contó que estaba haciendo un tramite larguísimo para poder acceder a su identidad.

Al principio me costo entender, ¿Como puede ser posible que no tenga DNI?, no entendía como los padres nunca lo habían anotado. Entonces empecé a averiguar, sobre el tema acompañándolo para ver de que se trataba el tramite.

¿Como podía ser posible que tenga 20 años y no tuviera DNI? El estaba harto, siempre le daban vueltas, se paralizaba el tramite, siempre algo faltaba... estaba casi resignado, y yo me empezaba a dar cuenta cuan grave era el asunto, grave en dos sentidos: primero, No tenia documento, y el tramite no avanzaba, tenia 20 años, y no podía votar, terminar la secundaria, trabajar en blanco y ni siquiera lo atendían en un hospital.

Segundo, las consecuencias, psicológicas que todo esto le causaba. Se deprimía, porque no podía conseguir un trabajo, ni siquiera un trabajo "en negro", y cada vez que conseguía algo, tenia miedo de decir el problema que temía lo vuelvan a rechazar.

Vivía en un constante rechazo de la gente, tenia miedo y estaba inseguro de si mismo, y lo peor de todo se empezaba a creer que el problema no iba a tener solución nunca, que toda su vida iba a vivir así, en la nada misma... Yo como novia preocupada, siempre le di fuerzas, lo ayude en todo. Nos levantábamos a las 4 de la mañana para ir a hacer la cola, al tribunal de familia de Lomas de Zamora, solo para sacar un turno para que te digan que el tramite estaba paralizado, o que la clínica donde el nació, no se hacia cargo porque había cambiado de dueño, que para que llegara la contestación había que esperar UN AÑO!!, no nos asesoraban, y nos trataban mal.

Increíblemente le echaban la culpa a el de no poseer el documento y cada día se sentía peor. Siempre hablábamos de poner un abogado particular, pero no nos convencía la idea ya que visitamos varios, y teníamos miedo que nos estafen, no teníamos plata para pagar...

Yo vivía mandando email, a todos los canales de televisión, averiguando por Internet, ya pensando que la única solución era que se sepa!

Hasta que un día desesperado porque no le daban respuestas, se acerco a el primer señor que vio de traje y le pregunto si era abogado y este le dio su tarjeta y le dijo que vaya a verlo. Afortunadamente, mi papá lo conocía, y nos dijo que era una persona confiable, que fuéramos.

Y fue realmente nuestra salvación, a partir de ahí, el tramite se empezó a mover, se solucionaron los problemas que trababan el tramite, y todo desinteresadamente porque no nos cobro un peso, hasta que finalizo el trámite. Es mas, nos cobro más el estado, que el mismo abogado particular. El no se dedicaba a estos tramites, nunca había tenido un caso así, era todo un desafío, y así lo logro.

En 2011 finalizo el juicio, en menos de 3 años logro terminar el tramite que llevaba mas de 15.
Ahora la vida de Matías puede decirse que esta a punto de empezar, el 27 de diciembre de 2011, obtuvo por primera vez su partida de nacimiento, y empezó a realizar el tramite para obtener el DNI, ahora solo falta esperar que se lo den...

Fue un camino larguísimo, pero como dijo el, es como si se hubiera sacado una mochila de encima... hoy con 24 años, termino el 2011 de la mejor manera que podría haberlo hecho, con partida de nacimiento, y con trabajo... arrancando el 2012 con muchísimos proyectos, uno de ellos terminar la secundaria para en un futuro ingresar a la facultad. Y yo orgullosisima, de haber estado con el en todo este largo camino que recorrimos juntos, acompañándolo siempre para que no baje los brazos, porque juntos íbamos a poder!.. hay muchísima gente que no tiene a nadie y se que Dios, lo cruzo en mi camino para que lo guíe porque estaba perdido...

Me llena de felicidad haber sido la elegida para guiarlo en esto que le toco vivir, y yo también aprendí, aprendí mucho. A veces creemos que las cosas, nos pasan solo a nosotros, no nos damos cuenta que a todos, nos toca vivir algo distinto, pero siempre, se puede, hay seguir luchando, a veces cuesta pero eso no significa que todo esté perdido. Hay que valorar hasta el mínimo detalle de lo que tenemos, y con esto no quiero decir que haya que ser conformista... simplemente ser felices, y lo malo... lo malo ya tendrá una solución.


http://www.ciudadsi.com/editorial.php?id_editorial=25

martes, 26 de abril de 2011

F.I.L.O.S


Fea, inútil, loca, obesa y suicida, así es como Giuliana, con sus escasos dieciocho años, se describe a sí misma. Pero no es sólo una sigla que coloca en su computadora como protector de pantalla para expresar lo que piensa de ella, sino que es un recordatorio constante de su vía de escape, del mecanismo de defensa...







Felices los niños menos yo...

Ya dije que siempre fuí diferente. El punto de referencia eran mis primas y mi hermana, ya que, a pesar de llevarnos pocos meses , había un abismo de diferencia entre ellas y yo. Tardé en nacer, tuvieron que provocarle el parto a mi mamá porque habían pasado varios días desde la fecha prevista y yo no hacía nada por salir, quizás presintiendo el mundo que me esperaba afuera. Tardé en dar mis primeros pasos, cuando ellas, cumplido el año, ya caminaban y corrían. Mientras iban por la vida con pie firme, yo tambaleaba y caía, como si desde tan chica supiera que seguiría así de insegura el resto del camino. Tardé en hablar, mientras los otros disfrutaban los días compartiendo secretos y aventuras, pudiendo expresar sus sentimientos, yo ni siquiera decía “ajó”. No porque fuera lerda o tonta, simplemente no quería. Lo que la gente llamaba progreso, para mí era un esfuerzo, un sacrificio. Sólo quería volver el tiempo atrás y meterme de nuevo en la panza de mamá. Para qué me habían obligado a nacer si ,definitivamente, no quería hacerlo?.

Las diferencias se notaron aún más cuando mi hermana, a los tres años, empezó el jardín de infantes. Mis papás también quisieron anotarme, aprovechando que iríamos juntas, pero me dió un terrible panic attack que los hizo cambiar de idea. En cambio ella , tan sociable y simpática (todo lo que nunca fuí) estaba feliz , tenía millones de amigos, hablaba y jugaba con todos. Yo, en cambio, prefería quedarme en casa, donde me sentía segura, cerca de mi mamá, siempre encerrada en mi cuarto del cual sólo salía para buscar comida.

Los pocos amigos que tenía no eran míos, sino de ella, y cuando íbamos a jugar a la casa de mi abuela, me aislaba . Siempre fui una solitaria, pero nunca me gustó serlo, sabía que no estaban ahí por mí, yo era la aburrida, la distinta. Buscaba un refugio donde esconderme , algún cuarto o debajo de la mesa, con mis Barbies a las que les inventaba historias. Ya desde entonces se manifestaba mi atracción por lo trágico, por lo dramático, y lo expresaba en los cuentos que les hacía vivir a mis muñecas. Mi entretenimiento favorito era jugar al velorio : les revolvía el ropero a mis abuelos hasta encontrar una caja de zapatos ( si no estaba vacía, tiraba lo que tenía adentro y la usaba igual) para poner dentro a la Barbie novia, que se había suicidado porque nadie la quería y la habían abandonado, la tapaba toda como si estuviera en un ataúd, cortaba flores y hojas del jardín para adornarle el cajón, y veía cómo su familia lloraba por ella. Recreaba lo que quería que me pasara a mí; siempre quise morir para ver quiénes me lloraban, sin duda tan pocos que eso era lo que más me dolía.
Mi mamá, que presentía que algo andaba mal conmigo, me llevó al médico; quería saber por qué jugaba sola, por qué estaba siempre callada, por qué éramos tan diferentes mi hermana y yo ( la eterna pregunta con la que cargo hasta hoy)
– “Despreocupate, ella es así, tranquilita, calladita, no te hagas problema. A la que deberías prestarle atención es a tu hija mayor, ya que no está bien., no lo notás con lo inquieta que es? “. Eso le decía el genio de mi pediatra.
A los cinco años, no me quedó otra y tuve que ir al preescolar. Por más que pataleé antes de subir al micro, mi mamá me empujó adentro y me dejó. Nunca lo pude superar; me sentaba sola, en el fondo, golpeándome contra la ventanilla durante todo el viaje, me golpeaba una y otra vez, con la fantasía de romper el vidrio, y de paso, también mi cabeza. Como no lo conseguía, me arañaba la cara, me arrancaba los pelos, era muy chica y ya sentía esa necesidad de destruirme. Me atormentaba pensar que tenía que relacionarme con otros, no me sentía capaz de tener amigos. Sin duda mi timidez, sumada a mi antisociabilidad, hacían una combinación decadente en mí que derivaba en angustia y soledad . Una cosa llevaba a la otra, era antisocial por tímida, por lo tanto me angustiaba, y así aparece la soledad, que sólo me aislaba de los demás.
El jardín era fantástico, con una cantidad de juegos que me parecía estar en Disney, pero no podía disfrutarlos. Obviamente, yo no participaba en nada, sino que me sentaba en un rincón del salón, o del patio, mirando a los demás divertirse; no me soltaba de la mano de la maestra, y las pocas actividades que realizaba, las hacía con ella.
Esas tres horas diarias eran para mí una tortura. Sólo esperaba que tocaran el timbre para irme a casa y abrazar a mamá. Era tal la angustia de saber que al día siguiente debía volver que me encerraba en mi cuarto, me tiraba en la cama, y me ahogaba con la almohada tratando de quedarme sin respirar el mayor tiempo posible. Quería aliviar mi dolor interno, el de mi soledad, sintiendo dolor físico. Quizás era la última nena de mi edad que pensaba en morir porque eso era mejor que vivir sufriendo como lo hacía.
Como mi comportamiento no era normal , sumado a que me hacía pis encima, le avisaron a mis padres que debía ver a la psicopedagoga del colegio ( la primera de más de una docena por las que pasé). La normalidad a esa edad pasaba por jugar, saltar, compartir, relacionarse, cosas que, por supuesto, no hacía. Y si eso significaba ser anormal, okey , admito que lo era. Se preguntarán qué hacía entonces. Bueno, yo comía.
Devoraba todo lo que encontraba a mi paso; mi cuerpo se ensanchaba cada vez más, y mi saciedad iba perdiendo límites. La comida era el camino que utilizaba mi familia para calmarme cuando lloraba, me daban un chocolate o papas fritas y mi cara cambiaba, junto con mi anatomía, claro, al convertirse eso en rutina. Era así, al primer llanto me encajaban un vaso de coca y me preparaban unos sándwiches de milanesa con mayonesa y limón. Listo, ésa era la manera que usaban para callarme, masticando. Es lo único que me atrevo a reprocharles a mis padres, no se daban cuenta que en lugar de una hija estaban criando a un chancho insaciable y abominable.

Empecé la primaria, y fué igual. En realidad fué peor, porque tomé conciencia ( me la hicieron tomar de la manera más dolorosa) de mi gordura. Yo creía que era graciosa , en casa todos me decían lo bonita que era. Pero los chicos son muy crueles, y a esa edad desatan su lado maldito. Estaba en uno de los pocos cumpleaños a los que recuerdo haber ido, sintiéndome una extraterrestre. Todas las nenas estaban preciosas, con unos lindos vestidos a la última moda. Yo, en cambio, tenía un trapo cruzado horrible , lo único más parecido a un vestido que podía conseguirse para mi edad y mis diez kilos de sobrepeso, y veía como todos se reían de mí. Mi vergüenza y yo, como siempre, en un rincón, sintiéndome incómoda y con ganas de desaparecer cuando los otros nenes comenzaron a llamarme “gorda”. Podrá parecer una boludez, pero para mí eso era lo peor que me podía haber pasado. No podía dejar de llorar. Por eso es que siempre acostumbraba a quedarme en casa, para evitar que la primera persona con la que me cruzara me pudiera destrozar con sus comentarios.
Si bien no iba a ninguna fiesta, invitaba a todo el grado para mis cumpleaños. Mis papás se rompían el alma para homenajearme lo mejor posible, y alquilaban un salón con todas las diversiones. Cumplía seis años y quería vestirme de princesa para festejarlo. Una princesa…. Pobrecita! Ahora me acuerdo cuando estaba por salir del baño del salón con ese traje “hermoso”. Me había cambiado mi mamá, mientras mi abuela se encargaba de peinarme. Apenas terminaron, me miré al espejo esperando encontrarme con el reflejo de una Barbie “Así iba a quedar? Esto es todo?” le pregunté a mi mamá, desilusionada al ver que el traje de princesa no me hacía quedar como tal. Era la princesa más imperfecta que vi, pero pensé que todos se sorprenderían al verme tan cambiada. Estaba cambiada, sí, es cierto; pero no estaba linda, el cambio no había implicado mejoría, se entiende? Quiero decir que si bien había cambiado de ropa y de peinado, no dejaba de estar fea. Por más que me pusiera seda yo, mona obesa, no iba a cambiar. Tenía que salir a soplar las velitas, no sin antes rogarle a mi mamá que me sacara el traje que me quedaba espantoso. Salió mi hermana y después yo, con mi mamá detrás por si acaso me caía. Miraba a los chicos con temor, quería comerme a todos para que desaparecieran de ese lugar; quería quedarme sola para llorar mi fealdad, quería tragarme la torta sin saborearla, ya había saboreado bastante dolor. Quería tomar cianuro, quería esconderme de los demás que me miraban mal. Algunos se reían, otros, directamente se daban vuelta a medida que avanzaba por el salón, como si mi imperfección les diera asco, o mi fealdad les dañara la vista. Que los cumplas, Giuliana, que los cumplas….. NO, no los cumplí feliz. No podía ser feliz, por más que quisiera, NO con ese cuerpo. Una vaca deforme sobre una pasarela, así me sentía. Bueno, pude comerme la torta, pero no pude hacer desaparecer a todos los demás. Para el resto del cumple mi estado anímico iba empeorando. Había una sala con disfraces de princesas (verdaderas, no gordas), de la sirenita, Blancanieves, Cenicienta, de Frutillitas, y también trajes de frutas y verduras. Por supuesto, yo me puse uno de tomate. No me entraba otro, no podía hacer magia y hacerme una lipo en el medio del salón. Tenía que enfrentar el problema y, aunque hiciera el ridículo, ponerme ese disfraz. Al fin y al cabo se suponía que los demás jugarían conmigo, se reirían conmigo, no de mí. Me lo puse después de luchar media hora con el zapato que se me enganchaba con el disfraz (sí, encima de gorda, inútil), y salí caminando como si nada. Todos me miraban, no podían aguantar más de tres segundos con la vista fija en mí, sin darse vuelta y cagarse de risa (al menos tuvieron la delicadeza de darse vuelta). Corrí al baño y me largué a llorar. No quería ser un tomate, quería ser una princesa, la sirenita, o Blancanieves. Quería ser bella, ser alguien, no un vegetal. Me senté a un costado del salón y, les juro, parecía invisible. Pasaban por al lado mío y me chocaban, ni siquiera me pedían perdón, me pisaban como si fuera un trapo de piso que no sirve para nada (perdón por compararme con vos, trapo de piso!), me tiraban, me dejaban de lado, me ignoraban. Les daba asco, yo misma me tenía asco. Porque en el fondo no sabía que yo era la culpable de esa situación. Me odiaba, no podía mirarme al espejo sin intentar romperme la cara en el acto . Quería esconderme del mundo encerrándome en mi habitación para no salir nunca más. Quería encenderme el pelo, quemarme viva. Sentía que moría, pero no tenía síntomas de haber muerto. Esperaba la muerte a cada segundo, lo deseaba. Muchas veces me imaginé, mientras caminaba por la calle, tirarme debajo de un colectivo o de un camión. Deseaba tener el valor para soltarme de la mano de mamá, salir corriendo y hacerme atropellar. Nunca pude, pero lo intenté una vez. Tenía alrededor de seis años, mamá iba detrás con mi tía, mi prima y mi hermana iban un poco delante de ellas, y yo iba primera. Crucé la calle, no me importó nada. El auto estuvo cerca, pero no me atropelló, no me morí. Pero mi mamá se encargó de atropellarme la cara con una cachetada. Me zamarreó y me gritó “Estás loca o qué?”. Desde ese día no lo intenté más.
Había llegado a tercer grado y seguía sentándome sola, al final del salón, hasta que me pusieron como compañero a Julián, un chico nuevo tan deforme como yo. Claro, los monstruitos al fondo. Todos los demás lo cargaban porque, como había nacido prematuro y con problemas, era chiquito y tenía una forma rara en la cabeza. Los malditos de mis compañeros lo molestaban todo el día, lo llamaban “cabeza de marciano”, y hasta le habían inventado una canción para bardearlo en los recreos “… Había una vez un alien que se llamaba Julián, tenía cabeza de huevo y olía recontra mal… “, le coreaban, acorralándolo contra una pared. El se reía cuando la cantaban, porque era medio infantil para la edad y le causaba gracia el versito, sin llegar a comprender que lo estaban insultando, entonces, buscando cómo molestarlo, se enteraron que le tenía terror a los globos, así que los hache de pé traían globos a la escuela y se los reventaban en la cara. El pobre se ponía a llorar del susto, y a mí me daba mucha lástima; quería decirles que pararan, que no lo molestaran más, pero quién me iba a dar bola si yo era otra looser como él?
En clase me volvía transparente, mi timidez no me permitía participar como hacían los demás, prefería pasar por idiota, antes que levantar la mano cuando la maestra hacía preguntas o acercarme hasta ella para que me aclarara alguna duda sobre la tarea que, por supuesto, hacía con mi mamá.
Como si fuera poco, mis maestras siempre me ponían algún apodo para nada pedagógico, creyendo que era cariñoso, pero que no hacía más que mortificarme. Me llamaban “manitos gorditas”, “cuerpito de enano”, “pelota” y hasta “ calabacita”. Hoy supongo que por mis pelos colorados, pero en ese momento pensaba que por lo redonda. También, y gracias a los dolorosos peinados que me hacía mamá, me ligaba otros como “la de las trencitas”, “ la de las dos colitas”, e inclusive me identificaban por “la callada”, “la tímida” . Pueden suponer cómo llegaba a la escuela, y, aún peor, cómo salía de ahí ? Hecha mierda!!!!

Y los días de acto, que tortura! Recuerdo uno de esos súper actos de la escuela, donde los padres estaban atentos en ver cómo se lucía su hijo, por sus dotes escénicas o por su radiante belleza, en vez de prestar atención a nuestra actuación. Aclaro que yo no tenía ninguna de las dos condiciones, era fea y apenas salía al escenario que ya me tropezaba, imagínense, entonces, cómo bailaba, por Dios, tenía menos gracia que un ladrillo!.Alguien tiene idea qué se siente al ver que tus compañeros van para un lado y vos para el contrario, chocándote con ellos? Mi desprecio hacia mí misma era evidente en ese momento, después se hizo patético hasta dar lástima. Pero mis papás, siempre orgullosos, aunque yo terminara sentada de culo ( porque perdía el equilibrio y caía), roja como un tomate y llorando. Encima mi acompañante, mi famoso compañerito de la cabeza deforme, no ayudaba mucho, era otro “fenómeno” como yo, por eso nos habían puesto en pareja y atrás de todo del escenario. Aún así, él era lo suficientemente careta ( o quizás como estaba medio chapita no se daba cuenta de la realidad) como para reírse de nuestras torpezas y pasarla bien; bueno, al menos mejor que yo.
En las otras ocasiones en las que tuve que padecer salir al escenario, me quedaba parada en un costado como una opa, al darme cuenta de mi falta de coordinación, buscando a mi mamá con la vista, y con ganas de morirme por la vergüenza. En realidad debo admitir que no había una sola acción que hiciera, incluso levantarme y mirarme en un espejo, tras la que no quisiera morirme.


Todavía puedo sentir el dolor que me provocaba el rechazo de mis compañeros. Esas interminables horas de gimnasia donde, para jugar, teníamos primero que ser seleccionados en alguno de los equipos. Yo, obviamente, quedaba para lo último, nadie
me quería de su lado, me evitaban como si tuviera una enfermedad contagiosa , hasta se enojaban porque la profesora, de última y por lástima, me ponía con ella. Claro, era bastante lenteja y los demás se reían en mi cara, se burlaban de mí por ser una fracasada, una perdedora, tan lejana de las demás divinas de la escuela.
Creía que cuando alguien se me acercaba en los recreos era porque le gustaba estar conmigo, pero después descubrí que sólo venían interesados en que les convidara de mi comida o mi bebida. Como mis papás me daban mucha plata para que me comprara cosas para comer en el recreo, mientras que los otros chicos llevaban apenas un paquete de galletitas, yo era una tentación con mis pebetes ( vieron que los pebetes del kiosco del colegio son los más ricos del mundo?) , chocolates, y gaseosas. Más salame que el fiambre de mis sándwiches , creía haber conseguido amigas, para rápidamente comprobar que se alejaban de mí en cuanto llegaba otra con cosas más ricas o que tuviera más aceptación, hasta leer lo que escribo sobre lacomida me da hambre, porque nunca supe lo que es sentirse satisfecha o no tener apetito.Me daba cuenta que me usaban, e, inconscientemente, lo disfrutaba porque tenía cerca a alguien.
Por eso, muchas veces le inventaba a la maestra que me dolía la panza, así podía quedarme dentro del aula. De nuevo con mi soledad, comiendo para matar los ratos de silencio y el vacío que tenía en el corazón y, muchas veces, picándome la piel con el punzón de mi cartuchera. Desahogaba mis penas con comida. Fue así como me volví una adicta a ella, comía sin parar, trataba de aliviar mi dolor sin saber su causa, y eso me mataba porque me alejaba aún más de la perfecta belleza que tenían las populares y me refregaban en la cara todos los malditos días. Sola en mi rincón, miraba a las demás nenas jugar juntas a la mancha, a la mamá y el papá, a ser felices. Estaban en un mundo lleno de sueños, de esperanzas, ese mundo que dejaba afuera al monstruo deforme en el que me estaba convirtiendo. Era un círculo cerrado, cuanto peor me sentía más comía y ese hábito me estaba destruyendo. Me daba cuenta que yo era diferente, que debía permanecer callada y sola, y en mi aislamiento caía en un oscuro pozo sin fin……
Envidiaba a las demás. Quería ser linda, encantadora, como ellas que brillaban, cuando yo sólo me ocultaba detrás de una sombra de grasa. Trataba de imitarlas, pero una nena tan desagradable como yo no podía igualar a nadie. De tanto rechazo que sufrí, sentía vergüenza de mí misma, comer me aliviaba pero me daba mucha culpa, hasta soñaba con la posibilidad de no despertar para no seguir soportando esa vida.


Me partía el alma saber que para mis papás era la mejor. Ellos no sabían lo que sentía, creían que me comportaba de forma extraña por ser especial y en realidad era por ser la peor hija que podían tener. Me preguntaba por qué ellos no podían ver que no era así, o, en todo caso, que era la mejor de las peores! E intentaba superarme, pero al final terminaba fracasando, y ya no volvía a intentarlo más, me resignaba a perderlo todo ( ya les dije que tengo terror al fracaso?)
Mi familia no podía ver a la Giuliana que se sentaba sola en los recreos, rogando que alguien le hablara, ni a la Giuliana ansiosa esperando ser elegida para jugar en algún equipo y quedar hecha pelota (como siempre) porque no la eligieron en ninguno. Nadie veía a la nena llorar de tristeza en los baños. Nadie. Sólo veían a Giuliana que no quería irse nunca de casa, que siempre quería faltar a clase inventando mil enfermedades. No por vaga, sino por dolor. Porque en casa era el único lugar donde me sentía aceptada.
Era cuestión de entrar al aula, sentarme en un costado, sola, sin compañía, aunque me muriera de ganas de compartir mi banco, prefería no arriesgarme a vivir otro rechazo. Encerrada en mi propio mundo, ni siquiera estaba atenta a la clase, sólo tenía en mente la idea de volver a casa, para decirle a mamá lo bien que me iba con mis compañeros. Porque ése era mi secreto, mis papás nunca se daban cuenta de mi soledad porque fingía todo el tiempo para dejarlos contentos, cuántos amigos nuevos había hecho, no quería que se desilusionaran de mí. No quería que me dejaran de amar por no ser lo que ellos querían que fuera, una chica normal. Porque mientras las otras nenas iban a la plaza, yo iba a los psicólogos; porque mientras ellas disfrutaban de la vida, yo no deseaba estar viva y moría de dolor por dentro.


Quería robarles a mis compañeras la belleza, para, de esa manera, quitarle injusticia a mi vida. Quería saltar a la soga, pero era muy pesada, mi cuerpo no se elevaba a dos centímetros del suelo, no se despegaban mis pies. Quería jugar a la mancha, pero no
tenía suficiente aliento como para soportar la casi media cuadra que había que correr. Quería aceptarme, pero hacía mucho tiempo que me había rechazado. Quería hacer de todo pero mi gordura todo me lo impedía. Estaba llena de comida, pero vacía de alma. Necesitaba que me quisieran pero, más que nada, quererme yo. No podía hacerlo, no podía quererme siendo así. Quería triunfar, pero le tenía miedo al cambio. Y tampoco sabía cómo lograrlo. Quería ser, pero únicamente era una infeliz. Una gorda infelizmente fea. Entonces no podía entender que mi gordura no provenía de una maldición, sino de un hábito maligno que se convirtió , sin que yo lo pudiera controlar, en una enfermedad que es: Vivir para comer y sufrir las consecuencias!

Tengo una escena patente en la mente que comprobaba que , lo que pensaba de mí, más de uno también lo creía. Tenía un compañero llamado Cristian, un winner total, el chistoso del curso, el más querido, el deseado por todas. Un día , al final de clase, nos preparábamos para irnos a casa. Estaba guardando mis cosas, última como siempre porque era demasiado lerda. Igual, la maestra esperaba a que todos estuviéramos en la fila para bajar al primer piso y salir. Dejaba el aula, con mi dos colitas con bucles , y pasé, lamentablemente y sin querer, por entre medio de Cristian y su mejor amigo, Marco. De repente, escuché que Marco le dijo a Cristian “ Sí, Giuliana es fea y es gorda”. Me quedé dura, no sabía qué hacer. En el momento quise creer que nos estaban sacando el cuero a todas las chicas, pero tenía necesidad de decírmelo prácticamente en la cara?. Me hice la re- boluda, simulando no haber oído nada, y seguí mi camino hasta ubicarme en el segundo lugar de la fila (ya les dije que era un barril, petiso y ancho?).
Otra vez, una anécdota más para callar cuando llegara a casa, para guardar sólo en mi memoria. “Sí, Giuliana es fea y gorda”, Qué novedad!, pensaba, pero una cosa era
que me lo dijera a mí misma y otra escuchar su eco con la voz de un varón, no podía sentirme más humillada…


Iba creciendo, y junto conmigo crecía mi dolor, causado por mi soledad, mi fealdad
y mis mentiras. Si bien siempre era la última en todo, con tan sólo once años, fuí la primera del grado en hacerme “señorita”. La historia fue así. Iba en el micro , sentada como siempre en el asiento del fondo, así evitaba que me hicieran burla por detrás, sintiéndome mal y con muchas más ganas de llorar de lo habitual Acá tengo que hacer una aclaración, hasta la fecha, los días previos a que me venga, o mientras estoy indispuesta, son los momentos en que tengo mayores crisis ( lloro, grito, me corto). Bueno, como les contaba, sumida en mi angustia, sentí, de repente, que me había hecho pis, porque me sentía húmeda entre las piernas. No podía creerlo ….. “ no puedo ser tan tarada, lo que me faltaba era mearme encima!”. Al llegar, bajé corriendo y fuí directo al baño. Ví las manchas de sangre en mi ropa interior, y me asusté. No quería que nadie se enterara porque seguramente me iba a ligar una cargada, así que me quedé encerrada, mientras medio colegio, entre ellos mi hermana, me buscaban. Cuando me encontraron, llorando a los gritos en el baño, no quise abrirles la puerta hasta que no viniera mi mamá, que llegó media hora después en un remis que dejó esperándonos en la esquina . Salí con los cachetes y los ojos más colorados que mi bombacha manchada, los primeros por vergüenza, los segundos por haber llorado tanto. Mamá me abrazó y, juntas, nos fuimos a casa; en el viaje, cuando entre lágrimas le conté qué me había pasado, me preguntó si había algo más que quisiera saber, ya que lo que conocía sobre la menstruación lo había aprendido en la escuela. Por qué? Porque en mi casa no se hablaban de esos temas, ni de ninguno que tuviera que ver con el sexo. A tal punto que si estaba mirando una novela en la tele (me encantaba “Muñeca Brava” ) y la pareja se besaba o se franeleaba, me hacían cambiar inmediatamente de canal.
Al otro día la hija de puta de la psicopedagoga se había encargado de difundir que me había venido. Donde había estudiado esa mujer para avergonzar así a una criatura , y
encima tan tímida como yo? Habría obtenido su título por internet? En mi persecución (sí, también soy una perseguida), podía leer en las caras de mis compañeros, que me miraban de arriba abajo como si fuera un marciano, que conocían mi secreto, aunque nadie me lo dijera con palabras, algo más por lo que ser “la diferente”.
En mi casa lo festejaron como un gran acontecimiento, mi papá hasta me regaló bombones, como si me hubiera sacado un diez en alguna prueba difícil. Mi hermana, medio envidiosa, me preguntaba qué se sentía ser señorita. Qué sentía? GANAS DE MORIRME. Nadie podía entender que yo no quería hacerme mujer? Que no quería dejar de ser la nena consentida de mamá y crecer tan de golpe?
En definitiva que no tenía la menor intención de hacerlo porque ningún hombre me querría jamás. Cuando supe que debido a la menstruación podría ser mamá, me dí cuenta de que no era tan mala como para darle a este mundo a alguien como yo.
Por lo tanto el gran acontecimiento para mí era una desgracia, que me hacía ver cuán miserable era con mayor claridad.



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CaracteristicaGrado
DESCONFIADO (paranoide)NADA
SOLITARIO (esquizoide)NADA
EXCÉNTRICO (esquizotipico)NADA
TEATRAL (histrionico)UN POCO
TRAVIESO (anti-social)NADA
PRESUMIDO (narcisita)BASTANTE
TRÁGICO (limite)UN POCO
MANIATICO (obsesivo-compulsivo)MUCHO
SUMISO (dependiente)MUCHO
TÍMIDO (evitativo)UN POCO

人格障害のテス

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