Encontré sus labios cerca de los míos, agaché la mirada, se sonrojó. Nos besamos y todo se apagó. Me desperté solo en su cama, me desesperé al ver que ella no estaba. Pero me tranquilicé cuando la vi traer el desayuno a la cama.
Me recuperé de la noche agitada, me vestí como pude, para que ella nuevamente me quite la ropa lentamente. Entre sus manos y mi piel no había distancia, no había obstáculos para el amor.
Me recuperé de la noche agitada, me vestí como pude, para que ella nuevamente me quite la ropa lentamente. Entre sus manos y mi piel no había distancia, no había obstáculos para el amor.
Hacía frío afuera de la habitación, pero dentro de las sábanas ardía el fuego, las ganas, la desesperación, el vértigo, la pasión. Cada segundo era una prueba de chispa, cada chispa impulsaba una caricia, un masaje, cada masaje activaba hormonas, y cada hormona reventaba en un beso de esos que duran minutos y que sólo se ven en las películas de amor.
Cabría preguntarse si alguna vez sentí algo igual o siquiera parecido, y la respuesta sería absolutamente negativa. Creo que la vida me devolvió un poco de fortuna. No puedo estar más contento con ella, no puedo sacar su imagen de mi memoria.
Pero el tiempo es eterno cuando no la veo, y cuando estoy con ella un día es un segundo de esos que tienen millones de imágenes que brillan como millones de soles, son como gotas de papel que flotan sobre un vaso de cartón, es una luz que atraviesa el campo y la montaña, que baja por mar y que sube por el sol y que vuelve a descender en su mirada.
Ella es tan hermosa, tan perfecta. Y tengo miedo de no volver a verla. Tengo esa ridícula pero maravillosa sensación de mariposas que sueñan aquellos niños con granos de la canción, cuando sueñan que abrazan a Venus de Milo, sin manos.
Cabría preguntarse si alguna vez sentí algo igual o siquiera parecido, y la respuesta sería absolutamente negativa. Creo que la vida me devolvió un poco de fortuna. No puedo estar más contento con ella, no puedo sacar su imagen de mi memoria.
Pero el tiempo es eterno cuando no la veo, y cuando estoy con ella un día es un segundo de esos que tienen millones de imágenes que brillan como millones de soles, son como gotas de papel que flotan sobre un vaso de cartón, es una luz que atraviesa el campo y la montaña, que baja por mar y que sube por el sol y que vuelve a descender en su mirada.
Ella es tan hermosa, tan perfecta. Y tengo miedo de no volver a verla. Tengo esa ridícula pero maravillosa sensación de mariposas que sueñan aquellos niños con granos de la canción, cuando sueñan que abrazan a Venus de Milo, sin manos.
Ahora estoy desesperado, busco sus manos, quiero tenerla, quiero poseerla, quiero hacerle todas aquellas cosas que una persona desea que le hagan. Quiero que diga mi nombre al oído, mientras sienta en mis ojos que soy yo el hombre que siempre ha querido.
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